Cyanide for wounds rpg. Confirmación normal.

Historia

"Dime, ¿a cuántos pescadores has visto hacerse una foto con catorce truchas? ¿A cuántos? Oh, espera, es cierto. Solo hay fotos de pescadores con el merlín más grande del mar. No es la cantidad. Es el tamaño, pequeño".

Y así empezó todo. ¿A quién le importa el tío que tiene cinco establecimientos de ganancias medias? Lo que prima es el dinero rápido, contante y sonante, un solo negocio que te dé para vivir el resto de tus días. Y los jóvenes de Maine han encontrado la fórmula. ¡Es la fórmula mágica! Un poco de coca, dos huevas de hachís, un gramito de cristal… No hablamos de mafias, no, hablamos de adolescentes y adultos ambiciosos, locos que se creen que todo es fácil hasta que la policía les pilla con el primer canuto.

¿Conoces la ley del camello? ¿Piensas que todo el mundo de la droga se resguarda las espaldas ante la justicia y que se trata de movimientos de barrios bajos? Pues te has equivocado. Aquí, en esta ciudad que hasta hace poco se alarmaba con la primera planta de marihuana, hasta la hija del alcalde se mete speed en el baño del pub. La droga está a la orden del día, ya no hay botella de cerveza en la que no hayan volcado metanfetamina. Y no hay confianza entre hermanos. Todos quieren forrarse, ¡es dinero fácil! Una propia forma de enriquecerse, una especie de negocio, que no requiere estudios ni cinco horas diarias en una biblioteca. No requiere formación, ni entrevistas de trabajo; solo carecer de sentido del bien y el mal. Narcotraficantes de todas partes acudían a los almacenes abandonados para vender la mercancía, todo iba bien, viento en popa.


Y, de repente, tras una época plena en la que el huérfano sin futuro había estado viviendo como un rey, todo se cayó. El frío llegó, Maine se sumió en una neblina más que oscura. Ya no es tan fácil conseguir la droga. Hay que viajar para poder encontrar a un buen narco que decida venderte. El alto mando de este mundillo no se fía de esta ciudad. Hurtos, robos, la población enloquece. ¿Nadie sabía que la ley del buen camello es no consumir? El síndrome de abstinencia en los politoxicómanos puede llegar a generar incluso esquizofrenia. Se revientan ventanas para entrar en una casa a mangar el último gramo de cristal que le quede al pobre propietario. Y, claro, ¿quién se va a atrever a denunciar el robo de droga? “Eso no es mío”, la frase que más se escucha en esta explanada donde la luz se ha apagado y todos los habitantes serían capaces de matar por conseguir su dosis diaria.